Cuento_09. Asamblea en la carpintería

Cuentan que en la carpintería hubo una vez una extraña asamblea. Fue una reunión de herramientas para arreglar sus diferencias.

El martillo ejerció la presidencia. Pero la asamblea le notificó que tenía que renunciar. ¿La causa?…¡hacía demasiado ruido! Y además se pasaba el tiempo golpeando.

El martillo aceptó su culpa, pero pidió que también fuera expulsada la garlopa. ¿Por qué? Hacía todo su trabajo en la superficie. No tenía nunca profundidad en nada.

La garlopa aceptó a su vez, pero le pidió la expulsión del tornillo. Adujo que había que darles muchas vueltas para que al fin sirviera para algo.

Ante el ataque, el tornillo aceptó también. Pero a su vez pidió la expulsión del papel de lija. Hizo ver que era muy áspero en su trato y que siempre tenía fricciones con los demás.

Y el papel de lija estuvo de acuerdo, a condición de que fuera expulsado el metro, que siempre se pasaba midiendo a los demás con su medida, como se fuera el único perfecto.

En eso entró el carpintero, se puso el delantal y se fue al banco para iniciar su trabajo. Utilizó el martillo, la garlopa, el papel de lija el metro y el tornillo.Finalmente la tosca madera inicial se convirtió en un lindo mueble. 


Cuando la carpintería quedó nuevamente sola, la asamblea reanudó la deliberación. Fue entonces cuando tomó la palabra el serrucho, y dijo:
«Señores, ha quedado demostrado que tenemos muchos defectos, pero el carpintero trabaja con nuestras cualidades. Eso es lo que nos hace valiosos. Así que no pensemos ya en nuestros puntos malos y concentrémonos en la utilidad de nuestros puntos buenos». 


La asamblea encontró entonces que el martillo era fuerte, contundente, y la garlopa suave, eficaz. Se dieron cuenta de que el tornillo tenía habilidad para unir y dar fuerza; y el papel de lija era especial para afinar situaciones y limar asperezas. Y observaron que el metro era preciso y exacto. 


Se sintieron entonces un equipo capaz de ayudar a producir muebles de calidad. Se sintieron orgullosos de sus fortalezas, y de poder trabajar juntos. 


¿Ocurre lo mismo en los seres humanos? Observe a su alrededor y lo comprobará. Cuando en una asociación, sus miembros gastan su tiempo buscando defectos en los demás, la situación se vuelve densa y negativa. Y amenaza a la larga con su disolución. 


En cambio, cuando las energías son enfocadas positivamente a encontrar sus mejores valores individuales, cuando tratamos con sinceridad de percibir los puntos fuertes de los demás, es ahí donde florecen los mejores logros humanos. 


Y es que en verdad, nuestro aporte a cualquier grupo será en relación a nuestras cualidades. Y sus logros colectivos serán a pesar de nuestros defectos individuales.




Cuento_07. La granada

Una vez, mientras vivía yo en el corazón de una granada, oí que una semilla decía:

-Algún día me convertiré en un árbol, y cantará el viento en mis ramas, y el sol danzará en mis hojas, y seré fuerte y hermoso en todas las estaciones.

Luego, otra semilla habló, y dijo: -Cuando yo era joven, como tú ahora, yo también pensaba así; pero ahora que puedo ponderar mejor todas las cosas, veo que mis esperanzas eran vanas.

Y una tercera semilla se expresó así: -No veo en nosotras nada que prometa tan brillante futuro.

Y una cuarta semilla dijo: – ¡Pero que ridícula sería nuestra vida, sin la promesa de un futuro mejor!

La quinta semilla opinó: -¿Para qué disputar acerca de lo que seremos, si ni siquiera sabemos lo que somos?

Pero la sexta semilla replicó: -Seamos lo que seamos, lo seremos siempre.

Y la séptima semilla comentó: -Tengo una idea muy clara acerca de cómo serán las cosas en lo futuro, pero no la puedo expresar con palabras.

Y luego habló una octava semilla, y una novena, y luego una décima, y luego muchas, hasta que todas hablaban a un tiempo y no pude distinguir nada de lo que decían todas esas voces.

Así pues, aquel mismo día me mudé al corazón de un membrillo, donde las semillas son escasas y casi mudas.

 

Khalil Gibran 

 

 




Cuento_06. El verdadero miedo

Un sultán decidió hacer un viaje en barco con algunos de sus mejores cortesanos. Se embarcaron en el puerto de Dubai y zarparon en dirección al mar abierto.

Entretanto, en cuanto el navío se alejó de tierra, uno de los súbditos, que jamás había visto el mar y había pasado la mayor parte de su vida en las montañas, comenzó a tener un ataque de pánico.

Sentado en la bodega de la nave, lloraba, gritaba y se negaba a comer o a dormir. Todos procuraban calmarlo, diciéndole que el viaje no era tan peligroso, pero aunque las palabras llegasen a sus oídos no llegaban a su corazón. El sultán no sabía qué hacer, y el hermoso viaje por aguas tranquilas y cielo azul se transformó en un tormento para los pasajeros y la tripulación.

Pasaron dos días sin que nadie pudiese dormir con los gritos del hombre. El sultán ya estaba a punto de mandar volver al puerto cuando uno de sus ministros, conocido por su sabiduría, se le aproximó:

–Si su alteza me da permiso, yo conseguiré calmarlo.

Sin dudar un instante, el sultán le respondió que no sólo se lo permitía, sino que sería recompensado si conseguía solucionar el problema.

El sabio entonces pidió que tirasen al hombre al mar. En el momento, contentos de que esa pesadilla fuera a terminar, un grupo de tripulantes agarró al hombre que se debatía en la bodega y lo tiraron al agua.

El cortesano comenzó a debatirse, se hundió, tragó agua salada, volvió a la superficie, gritó más fuerte aún, se volvió a hundir y de nuevo consiguió reflotar. En ese momento, el ministro pidió que lo alzasen nuevamente hasta la cubierta del barco.

A partir de aquel episodio, nadie volvió a escuchar jamás cualquier queja del hombre, que pasó el resto del viaje en silencio, llegando incluso a comentar con uno de los pasajeros que nunca había visto nada tan bello como el cielo y el mar unidos en el horizonte. El viaje, que antes era un tormento para todos los que se encontraban en el barco, se transformó en una experiencia de armonía y tranquilidad.

Poco antes de regresar al puerto, el sultán fue a buscar al ministro:

–¿Cómo podías adivinar que arrojando a aquel pobre hombre al mar se calmaría?

–Por causa de mi matrimonio –respondió el ministro–. Yo vivía aterrorizado con la idea de perder a mi mujer, y mis celos eran tan grandes que no paraba de llorar y gritar como este hombre. Un día ella no aguantó más y me abandonó, y yo pude sentir lo terrible que sería la vida sin ella. Sólo regresó después de prometerle que jamás volvería a atormentarla con mis miedos.

De la misma manera, este hombre jamás había probado el agua salada y jamás se había dado cuenta de la agonía de un hombre a punto de ahogarse. Tras conocer eso, entendió perfectamente lo maravilloso que es sentir las tablas del barco bajo sus pies.

–Sabia actitud– comentó el sultán.

–Está escrito en un libro sagrado de los cristianos, la Biblia: «Todo aquello que yo más temía, terminó sucediendo». Ciertas personas sólo consiguen valorar lo que tienen cuando experimentan la sensación de su pérdida.

 

Paulo Coelho

 




Cuento_05. El temido enemigo

La idea de este cuento llegó a mí escuchando un relato de Enrique Mariscal. Me permití, partir de allí prolongar el cuento transformarlo en otra historia con otro mensaje y otro sentido. Así como está ahora se lo regalé una tarde a mí amigo Norbi.

Había una vez, en un reino muy lejano y perdido, un rey al que le gustaba sentirse poderoso. Su deseo de poder no se satisfacía sólo con tenerlo, él, necesitaba además, que todos lo admiraran por ser poderoso, así como la madrastra de Blanca Nieves no le alcanzaba con verse bella, también él necesitaba mirarse en un espejo que le dijera lo poderoso que era.

Él no tenía espejos mágicos, pero contaba con un montón de cortesanos y sirvientes a su alrededor a quienes preguntarle si él, era el más poderoso del reino.

Invariablemente todos le decían lo mismo:

-Alteza, eres muy poderoso, pero tú sabes que el mago tiene un poder que nadie posee: Él, él conoce el futuro.

( En aquel tiempo, alquimistas, filósofos, pensadores, religiosos y místicos eran llamados, genéricamente “magos”).

El rey estaba muy celoso del mago del reino pues aquel no sólo tenía fama de ser un hombre muy bueno y generoso, sino que además, el pueblo entero lo amaba, lo admiraba y festejaba que él existiera y viviera allí.

No decían lo mismo del rey.

Quizás porque necesitaba demostrar que era él quien mandaba, el rey no era justo, ni ecuánime, y mucho menos bondadoso.

Un día, cansado de que la gente le contara lo poderoso y querido que era el mago o motivado por esa mezcla de celos y temores que genera la envidia, el rey urdió un plan:

Organizaría una gran fiesta a la cual invitaría al mago y después la cena, pediría la atención de todos. Llamaría al mago al centro del salón y delante de los cortesanos, le preguntaría si era cierto que sabía leer el futuro. El invitado, tendría dos posibilidades: decir que no, defraudando así la admiración de los demás, o decir que sí, confirmando el motivo de su fama. El rey estaba seguro de que escogería la segunda posibilidad. Entonces, le pediría que le dijera la fecha en la que el mago del reino iba a morir. Éste daría una respuesta, un día cualquiera, no importaba cuál. En ese mismo momento, planeaba el rey, sacar su espada y matarlo. Conseguiría con esto dos cosas de un solo golpe: la primera, deshacerse de su enemigo para siempre; la segunda, demostrar que el mago no había podido adelantarse al futuro, y que se había equivocado en su predicción. Se acabaría, en una sola noche. El mago y el mito de sus poderes…

Los preparativos se iniciaron enseguida, y muy pronto el día del festejo llegó…

…Después de la gran cena. El rey hizo pasar al mago al centro y ante le silencio de todos le preguntó:

– ¿Es cierto que puedes leer el futuro?

– Un poco – dijo el mago.

– ¿Y puedes leer tu propio futuro, preguntó el rey?

– Un poco – dijo el mago.

– Entonces quiero que me des una prueba – dijo el rey –

¿Qué día morirás?. ¿ Cuál es la fecha de tu muerte?

El mago se sonrió, lo miró a los ojos y no contestó.

– ¿Qué pasa mago? – dijo el rey sonriente -¿No lo sabes?… ¿no es cierto que puedes ver el futuro?

– No es eso – dijo el mago – pero lo que sé, no me animo a decírtelo.

– ¿Cómo que no te animas?- dijo el rey-… Yo soy tu soberano y te ordeno que me lo digas. Debes darte cuenta de que es muy importante para el reino, saber cuando perdemos a sus personajes más eminentes… Contéstame pues, ¿cuándo morirá el mago del reino?

Luego de un tenso silencio, el mago lo miró y dijo:

– No puedo precisarte la fecha, pero sé que el mago morirá exactamente un día antes que el rey…

Durante unos instantes, el tiempo se congeló. Un murmullo corrió por entre los invitados.

El rey siempre había dicho que no creía en los magos ni en las adivinaciones, pero lo cierto es que no se animó a matar al mago.

Lentamente el soberano bajó los brazos y se quedó en silencio…

Los pensamientos se agolpaban en su cabeza.

Se dio cuenta de que se había equivocado.

Su odio había sido el peor consejero.

– Alteza, te has puesto pálido. ¿Qué te sucede? – preguntó el invitado.

– Me siento mal – contestó el monarca – voy a ir a mi cuarto, te agradezco que hayas venido.

Y con un gesto confuso giró en silencio encaminándose a sus habitaciones…

El mago era astuto, había dado la única respuesta que evitaría su muerte.

¿Habría leído su mente?

La predicción no podía ser cierta. Pero… ¿Y si lo fuera?…

Estaba aturdido

Se le ocurrió que sería trágico que le pasara algo al mago camino a su casa.

El rey volvió sobre sus pasos, y dijo en voz alta:

– Mago, eres famoso en el reino por tu sabiduría, te ruego que pases esta noche en el palacio pues debo consultarte por la mañana sobre algunas decisiones reales.

– ¡ Majestad!. Será un gran honor… – dijo el invitado con una reverencia.

El rey dio órdenes a sus guardias personales para que acompañaran al mago hasta las habitaciones de huéspedes en el palacio y para que custodiasen su puerta asegurándose de que nada pasara…

Esa noche el soberano no pudo conciliar el sueño. Estuvo muy inquieto pensando qué pasaría si el mago le hubiera caído mal la comida, o si se hubiera hecho daño accidentalmente durante la noche, o si, simplemente, le hubiera llegado su hora.

Bien temprano en la mañana el rey golpeó en las habitaciones de su invitado.

Él nunca en su vida había pensado en consultar ninguna de sus decisiones, pero esta vez, en cuánto el mago lo recibió, hizo la pregunta… necesitaba una excusa.

Y el mago, que era un sabio, le dio una respuesta correcta, creativa y justa.

El rey, casi sin escuchar la respuesta alabó a su huésped por su inteligencia y le pidió que se quedara un día más, supuestamente, para “consultarle” otro asunto… (obviamente, el rey sólo quería asegurarse de que nada le pasara).

El mago – que gozaba de la libertad que sólo conquistan los iluminados – aceptó…

Desde entonces todos los días, por la mañana o por la tarde, el rey iba hasta las habitaciones del mago para consultarlo y lo comprometía para una nueva consulta al día siguiente.

No pasó mucho tiempo antes de que el rey se diera cuenta de que los consejos de su nuevo asesor eran siempre acertados y terminara, casi sin notarlo, teniéndolos en cuenta en cada una de las decisiones.

Pasaron los meses y luego los años.

Y como siempre… estar cerca del que sabe vuelve el que no sabe, más sabio.

Así fue: el rey poco a poco se fue volviendo más y más justo.

Ya no era despótico ni autoritario. Dejó de necesitar sentirse poderoso, y seguramente por ello dejó de necesitar demostrar su poder.

Empezó a aprender que la humildad también podía ser ventajosa empezó a reinar de una manera más sabia y bondadosa.

Y sucedió que su pueblo empezó a quererlo, como nunca lo había querido antes.

El rey ya no iba a ver al mago investigando por su salud, iba realmente para aprender, para compartir una decisión o simplemente para charlar, porque el rey y el mago habían llegado a ser excelentes amigos.

Un día, a más de cuatro años de aquella cena, y sin motivo, el rey recordó.

Recordó aquel plan aquel plan que alguna vez urdió para matar a este su entonces más odiado enemigo

Y sé dio cuenta que no podía seguir manteniendo este secreto sin sentirse un hipócrita.

El rey tomó coraje y fue hasta la habitación del mago. Golpeó la puerta y apenas entró le dijo:

– Hermano, tengo algo que contarte que me oprime el pecho

– Dime – dijo el mago – y alivia tu corazón.

– Aquella noche, cuando te invité a cenar y te pregunté sobre tu muerte, yo no quería en realidad saber sobre tu futuro, planeaba matarte y frente a cualquier cosa que me dijeras, porque quería que tu muerte inesperada desmitificara para siempre tu fama de adivino. Te odiaba porque todos te amaban… Estoy tan avergonzado…

– Aquella noche no me animé a matarte y ahora que somos amigos, y más que amigos, hermanos, me aterra pensar lo que hubiera perdido si lo hubiese hecho.

Hoy he sentido que no puedo seguir ocultándote mi infamia.

Necesité decirte todo esto para que tú me perdones o me desprecies, pero sin ocultamientos.

El mago lo miró y le dijo:

– Has tardado mucho tiempo en poder decírmelo. Pero de todas maneras, me alegra, me alegra que lo hayas hecho, porque esto es lo único que me permitirá decirte que ya lo sabía. Cuando me hiciste la pregunta y bajaste tu mano sobre el puño de tu espada, fue tan clara tu intención, que no hacía falta adivino para darse cuenta de lo que pensabas hacer, – el mago sonrió y puso su mano en el hombro del rey. – Como justo pago a tu sinceridad, debo decirte que yo también te mentí… Te confieso hoy que inventé esa absurda historia de mi muerte antes de la tuya para darte una lección. Una lección que recién hoy estás en condiciones de aprender, quizás la más importante cosa que yo te haya enseñado nunca.

Vamos por el mundo odiando y rechazando aspectos de los otros y hasta de nosotros mismos que creemos despreciables, amenazantes o inútiles… y sin embargo, si nos damos tiempo, terminaremos dándonos cuenta de lo mucho que nos costaría vivir sin aquellas cosas que en un momento rechazamos.

Tu muerte, querido amigo, llegará justo, justo el día de tu muerte, y ni un minuto antes. Es importante que sepas que yo estoy viejo, y que mi día seguramente se acerca. No hay ninguna razón para pensar que tu partida deba estar atada a la mía. Son nuestras vidas las que se han ligado, no nuestras muertes.

El rey y el mago se abrazaron y festejaron brindando por la confianza que cada uno sentí en esta relación que habían sabido construir juntos…

Cuenta la leyenda… que misteriosamente… esa misma noche… el mago… murió durante el sueño.

El rey se enteró de la mala noticia a la mañana siguiente… y se sintió desolado.

No estaba angustiado por la idea de su propia muerte, había aprendido del mago a desapegarse hasta de su permanencia en el mundo.

Estaba triste, simplemente por la muerte de su amigo.

¿Qué coincidencia extraña había hecho que el rey pudiera contarle esto al mago justo la noche anterior a su muerte?.

Tal vez, tal vez de alguna manera desconocida el mago había hecho que él pudiera decirle esto para quitarle su fantasía de morirse un día después.

Un último acto de amor para librarlo de sus temores de otros tiempos…

Cuentan que el rey se levantó y que con sus propias manos cavó en el jardín, bajo su ventana, una tumba para su amigo, el mago.

Enterró allí su cuerpo y el resto del día se quedó al lado del montículo de tierra, llorando como se llora ante la pérdida de los seres queridos.

Y recién entrada la noche, el rey volvió a su habitación.

Cuenta la leyenda… que esa misma noche… veinticuatro horas después de la muerte del mago, el rey murió en su lecho mientras dormía… quizás de casualidad… quizás de dolor… quizás para confirmar la última enseñanza del maestro.

 

Jorge Bucay. De “Cuentos para pensar”




Cuento_04. Las dos vasijas

Un aguador de la India tenía sólo dos grandes vasijas que colgaba en los extremos de un palo y que llevaba sobre los hombros. Una tenía varias grietas por las que se escapaba el agua, de modo que al final de camino sólo conservaba la mitad, mientras que la otra era perfecta y mantenía intacto su contenido. Esto sucedía diariamente. La vasija sin grietas estaba muy orgullosa de sus logros pues se sabía idónea para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba avergonzada de su propia imperfección y de no poder cumplir correctamente su cometido.

Así que al cabo de dos años le dijo al aguador:
-Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir por tu trabajo.

El aguador le contestó:
-Cuando regresemos a casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino.

Así lo hizo la tinaja y, en efecto, vio muchísimas flores hermosas a lo largo de la vereda; pero siguió sintiéndose apenada porque al final sólo guardaba dentro de sí la mitad del agua del principio.

El aguador le dijo entonces:
-¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino? Quise sacar el lado positivo de tus grietas y sembré semillas de flores. Todos los días las has regado y durante dos años yo he podido recogerlas. Si no fueras exactamente como eres, con tu capacidad y tus limitaciones, no hubiera sido posible crear esa belleza. Todos somos vasijas agrietadas por alguna parte, pero siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener buenos resultados.




Cuento_03. Dayoub, el criado del rico mercader

Érase una vez, en la ciudad de Bagdad, un criado que servía a un rico mercader. Un día, muy de mañana, el criado se dirigió al mercado para hacer la compra. Pero esa mañana no fue como todas las demás, porque esa mañana vio allí a la Muerte y porque la Muerte le hizo un gesto.

Aterrado, el criado volvió a la casa del mercader.

‘Amo’, le dijo, ‘déjame el caballo más veloz de la casa. Esta noche quiero estar muy lejos de Bagdad. Esta noche quiero estar en la remota ciudad de Ispahán’.

‘Pero, ¿por qué quieres huir?’.

‘Porque he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho un gesto de amenaza’.

El mercader se compadeció de él y le dejó el caballo, y el criado partió con la esperanza de estar por la noche en Ispahán.

Por la tarde, el propio mercader fue al mercado y, como le había sucedido antes al criado, también él vio a la Muerte.

‘Muerte’, le dijo, ‘¿por qué le has hecho un gesto de amenaza a mi criado?’.

‘¿Un gesto de amenaza?’, contestó la Muerte, ‘no, no ha sido un gesto de amenaza, sino de asombro. Me ha sorprendido verlo aquí, tan lejos de Ispahán, porque esta noche debo llevarme en Ispahán a tu criado’».

 

Un cuento: “Dayoub, el criado del rico mercader”

En su libro Obabakoak (Ediciones B, 1997), el escritor vasco Bernardo Atxaga inserta (pp. 209-211) un relato breve titulado con el encabezamiento de este post, y recogido de una vieja tradición.

El desarrollo argumental del texto, de oscuro origen, es muy conocido en los ámbitos del dominio de lengua española desde que Borges lo popularizara en castellano bajo el título de “El gesto de la muerte”, traduciéndolo de un escrito de Jean Cocteau.

Ya en el siglo XIII, el poeta sufí (el sufismo era una doctrina religiosa, especie de panteísmo místico, de algunos mahometanos de Persia) Yalal Al-Din Rumi escribió un poema, “Salomón y Azrael”, con similar trama. También el poeta holandés Pieter van Eyck (1887-1954) utilizó el mismo asunto en su “El jardinero y la muerte”.

Finalmente, Atxaga lo transformó, adaptándolo a sus intereses narrativos, en el cuento “Dayoub, el criado del rico mercader”.




Cuento_02. Cuando las cosas no son perfectas

Mi hija se acercó a mí y me planteó una pregunta interesante:

-Papá, ¿cómo es que las cosas se lían con tanta facilidad?

-¿Qué quieres decir con eso de «liar», cariño?

-Ya sabes, papá, cuando las cosas no son perfectas. Mira como está mi mesa ahora, llena de cosas. Está desordenada. Y, sin embargo, anoche, trabajé duro para que estuviera perfecta. Pero las cosas no permanecen así por mucho tiempo. ¡Se lían con tanta facilidad!

-Muéstrame cómo son las cosas cuando son perfectas- le pedí a mi hija.

Ella respondió moviendo todo lo que había sobre su estantería, colocándolo en posiciones individualmente asignadas. Una vez que hubo terminado, dijo:

-Ahí lo tienes, papá; ahora está todo perfecto. Pero no permanecerá de ese modo.

-¿Y si muevo quince centímetros tu caja de pinturas hacia este lado? –le pregunté- ¿Qué sucede en este caso?

-No papá, ahora ya está liado- contestó ella. De todos modos, la caja tendría que estar recta, y no inclinada como tú la has puesto.

-¿Y si muevo el lápiz desde el lugar donde lo has dejado hasta el siguiente?

-Ahora vuelve a estar desordenado -dijo ella.

-¿Y si el libro estuviera parcialmente abierto? Seguí preguntando.

-¡Eso también estaría desordenado!

-Cariño- dije regresando junto a mi hija-, no es que las cosas se desordenan con facilidad. Lo que sucede es que tú tienes muchas formas de que las cosas se líen, y solamente una para que sean perfectas.

 

Gregory Bateson

 




Cuento_01. La suerte del granjero

Un granjero vivía en una pequeña y pobre aldea. Sus paisanos lo consideraban afortunado porque tenía un caballo que utilizaba para labrar y transportar la cosecha. Pero un día el caballo se escapó. La noticia corrió pronto por el pueblo, de manera que al llegar la noche los vecinos fueron a consolarle por aquella grave pérdida.

Todos le decían: “¡Qué mala suerte has tenido!”.

La respuesta del granjero fue un sencillo: “ Puede ser ”.

Pocos días después el caballo regresó trayendo consigo dos yeguas salvajes que había encontrado en las montañas. Enterados los aldeanos, acudieron de nuevo, esta vez a darle la enhorabuena y comentarle su buena suerte, a lo que él volvió a contestar: “ Puede ser “.

Al día siguiente, el hijo del granjero trató de domar a una de las yeguas, pero ésta lo arrojó al suelo y el joven se rompió una pierna. Los vecinos visitaron al herido y lamentaron su mala suerte. Pero el padre respondió otra vez: “ Puede ser “.

Una semana más tarde aparecieron en el pueblo los soldados de reclutamiento para llevarse a los jóvenes al ejército. El hijo del granjero fue rechazado por tener la pierna rota. Al atardecer, los aldeanos que habían despedido a sus hijos se reunieron en la taberna y comentaron la buena estrella del granjero, mas éste, como podemos imaginar, contestó nuevamente: “ Puede ser “.

 

Cuento taoísta




Fragmento_09. Lo sagrado

«Lo sagrado no es una cosa. Es la cualidad luminosa de las cosas. Consiste en una irradiación que emana de todo lo existente, de cada persona y del universo entero. (…)

El misterio no constituye un enigma que, descrifrado, desaparece . Misterio es la profundidad de cada realidad que, conocida, nos desafía a conocer más permaneciendo siempre el misterio en todo conocimiento. Misterio no es el límite del conocimiento sino lo ilimitado del conocimiento. El conocimiento-misterio no es frío y formal. Está cargado de emoción, de significado y de valor. Por eso es un conocimiento realizado desde el corazón. Produce una experiencia interior traspasada de conmoción. La percepción de lo sagrado de las cosas es un elemento originario e irreductible.»

 

Leonardo Boff

 




Fragmento_08. Los 10 consejos de las tazas de té

Empezaba el otoño aunque todavía el verano resistía con sus calores. San Sebastián era una bonita estampa desde el Monte Ulía momento ideal para tomar una taza de té. Nuestro amigo sacó unas tazas blancas que le regaló hace mucho tiempo un maestro zen. Los garabatos escritos eran, lo imaginábamos, grafía japonesa que corría dulcemente de arriba a abajo y de derecha a izquierda.Probablemente frases de textos sagrados ininteligibles o himnos sagrados a las divinidades. Pero no, Nuestra amiga japonesa nos sacó de la duda mientras el té todavía se mantenía con su aroma tíbio. Eran diez consejos para la salud, diez piedras monumentales de sentido común que la tradición sabiamente ha hilado.

menos carne y más verdura

menos sal y más vinagre

menos azúcar y más fruta

menos comer y más masticar

menos abrigarse y más bañarse

menos palabras y más actuar

menos deseos y más hacer por los demás

menos preocuparse y más dormir

menos ir en coche y más andar

menos enfadarse y más reír