Frase_08. Naufragio

Un hombre sólo posee aquello que no puede perder en un naufragio

 Proverbio hindú

 




Frase_04. El faro

 

La oscuridad reina a los pies del faro

Proverbio japonés

 




Frase_05. Laberinto

En el laberinto uno no se pierde, se encuentra.

En el laberinto, uno no encuentra al Minotauro,

se encuentra a sí mismo

Hermann Kern




Frase_06. Olas corazón

 

Las olas del corazón no estallarían en tan bellas espumas

ni se convertirían en espíritu

si no chocaran con el destino, esa vieja roca muda

 Friedrich Hölderlin

 




Frase_03. Nubes negras

De las nubes más negras cae una agua límpia y fecundante

Proverbio chino




Frase_01. Caminos fáciles

Los caminos fáciles no llevan lejos

Proverbio chino




La realidad del «yo»

Un discípulo muy devoto y sencillo había perdido a su único hijo, un niño de tres años. Al día siguiente se dirigió al Âshrama con su familia. El Maestro habló para ellos:

– El ejercitamiento de la mente ayuda a soportar las penas y desgracias con valor. Pero se dice que la pérdida de un vástago es el mayor de todos los sufrimientos. El sufrimiento existe tan sólo mientras que uno se considere como de una forma concreta. se trasciende la forma uno llega a saber que el Yo es eterno. No hay muerte ni nacimiento. Lo que nace es únicamente el cuerpo. El cuerpo es una creación del ego. Pero al ego no se le percibe ordinariamente sin el cuerpo. Siempre se le identifica con el cuerpo. Es el pensamiento lo que importa. Que el hombre inteligente considere si es consciente de su cuerpo mientras duerme. ¿Por qué lo siente cuando se halla despierto? Pero, aunque el cuerpo no se percibía durante el sueño, ¿no existía entonces el Yo? ¿Cómo estaba cuando dormía? ¿Cómo está cuando está despierto? ¿Cuál es la diferencia? El ego se levanta y eso es estar despierto. Simultáneamente aparecen los pensamientos. ¿De quién son esos pensamientos? ¿De dónde surgen? Debe de surgir del Yo consciente. El percibir esto ayuda algo a la extinción del ego. Por ello se hace posible la percepción de la Existencia Infinita. En ese estado no hay individuos, sólo la Existencia Eterna. Por ello no existe la noción de la muerte ni el dolor.

– Si un hombre considera que ha nacido, –continuó el Maharshi– no puede evitar el miedo a la muerte. Dejémosle que descubra por sí mismo si ha nacido o si el Yo está sujeto a un nacimiento. Descubrirá que el Ser siempre existe y que el pensamiento es la raíz de todo error. Que descubra de dónde surgen los pensamientos. Entonces morará en el Yo interior omnipresente y se hallará libre de la idea de nacimiento y del miedo a la muerte.

Un discípulo le preguntó entonces cómo conseguirlo.

– Los pensamientos son sólo vasanas (predisposiciones) que se han acumulado a lo largo de innumerable vidas anteriores. La meta es conseguir aniquilarlas. Un estado libre de estos vasanas es el estado primigenio y de pureza.

– Aún no lo tengo claro –dijo el discípulo.

– Todo ser es consciente de su Yo eterno. Ve morir a los demás, pero él se considera eterno. Porque esa es la verdad. La verdad natural se impone de esta manera. El hombre está engañado por la mezcla de su Yo consciente con su cuerpo insensible y de debe acabar con esta ilusión.

– ¿Cómo se puede acabar con ella?

– Lo que nace debe morir. La ilusión es concomitante con el ego. Surge y luego desaparece. Pero la realidad ni surge ni desaparece, sino que permanece eterna. Eso dice el maestro que lo ha aprendido; el discípulo escucha, medita sobre las palabras y percibe el Yo. Hay dos maneras de expresarlo. El Yo omnipresente no precisa de esfuerzo para ser percibido. La percepción ya se encuentra allí. Es la ilusión lo que hay que hacer desaparecer. Algunos dicen que esto se consigue con sólo la palabra del maestro. Otros dicen que la meditación y otras técnicas son necesarias para la percepción. Ambos tienen razón, sólo el punto de vista es distinto.

– ¿Es necesaria la práctica de dhyâna (meditación)?

– Las Upanishad dicen que incluso la Tierra está en meditación perpetua.

– ¿Cómo ayuda el karma (acción) a lograrlo?

– La acción desinteresada purifica la mente y la ayuda a conseguir la meditación.

– ¿Y qué sucede si se medita incesantemente sin acción?

– Inténtalo. Verás que es imposible, pues las predisposiciones de otras vidas te lo impedirán. La meditación llega paulatinamente, mediante la debilitación de dichas predisposiciones y mediante la gracia del maestro.

(Talks with Sri Ramana Maharshi, pp. 81-82)

 

Ramana Maharshi

• El Instituto de Indología —fundado en 1995— es una asociación sin ánimo de lucro integrada por profesionales de distintos ámbitos a los que nos une el amor a la India y el deseo de darla a conocer.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




El cuerpo velado

El cuerpo es evocador de innumerables representaciones e identificaciones. Es la masa, la máscara y el disfraz, signo, templo y prisión, forma u organismo vivo. También es el receptáculo que recoge y expresa el pensar, las emociones, las actitudes y las experiencias vividas por la persona. Todo ello está relacionado intrínsicamente con la vida social y cultural, la cual afecta, recíprocamente, al cuerpo, es decir, a su anatomía, fisiología y biología.

Si bien las percepciones de las tradiciones culturales del cuerpo son muy diversas, existe una perspectiva muy extendida en el planeta. La que considera que el individuo tiene un cuerpo escindido de su mente. Esta ruptura genera una red de símbolos y metáforas sobre el cuerpo que lo anatomizan de diferentes formas. Así, reducido a objeto es susceptible de ser descrito y manipulado en función de los intereses de quien tiene la legitimidad de nombrarlo, es decir, las instituciones y los medios de comunicación. Un claro ejemplo es la exposición de E. H. Kantorowicz en su libro Los dos cuerpos del rey. Con ocasión de un famoso proceso sobre los derechos reales en la Gran Bretaña del siglo XVI, los juristas reales reunidos en el Serjeant`s Inn acordaron lo siguiente. El rey tiene en sí dos cuerpos: un cuerpo natural y otro político. El primero está sujeto a las dolencias provenientes de la naturaleza y del azar. Pero su cuerpo político es un cuerpo invisible e intangible, formado por la política y el gobierno, constituido para dirigir al pueblo, y para la administración del bien común. En este cuerpo, a diferencia del natural, no cabe defecto alguno ni flaqueza natural.

Es obvio que esta concepción del doble cuerpo, ambos dos unidos en la persona del monarca, da preeminencia al cuerpo político, cuerpo dominante, que investido sobre el natural, solapa el cuerpo humano, corrupto y caduco, aventajándolo de manera incuestionable.

La perspectiva del cuerpo doble es extrapolable a la concepción cultural dominante que tenemos del mismo. Los discursos sociales sobre el cuerpo, que ocultan y amordazan el cuerpo natural, son trasmitidos desde las instituciones y los medios de comunicación. Estos últimos, como es sabido, poseen una gran eficacia transmisora de conceptos e iconografía somática. Son los cuerpos inventados, muchas veces violentadores, que se muestran y se enseñan mediante discursos, imágenes y modelos de conducta. Son los cuerpos dictaminados que se codifican y cosifican como sanos o enfermos, idolizados, rechazables, turbadores, deseables, decrépitos, pudorosos…

En este sentido, instituciones como la familiar, la educativa, la médica o los medios de comunicación (sobre todo a través de la publicidad), proyectan maneras de concebir el cuerpo separado de la mente. Lo que da lugar a formas frecuentemente insanas de percibirlo y sentirlo, generadoras de ansiedad, incertidumbre, tensión, depresión… Dentro del sistema social destaca un poder determinante, el económico. Éste produce e inculca un tipo de representaciones, destinadas a fabricar el cuerpo productivo, bien sea como herramienta, objeto vendible o mercancía. Es el cuerpo fragmentado, tarifado, propio del mundo laboral, en donde, en consonancia con las actividades que desarrolla el individuo, se valoran o adquieren mayor relevancia y valor determinadas partes del cuerpo frente a otras; como pueden ser las manos, el intelecto o las zonas erógenas, según se trate de un trabajo manual, intelectual o sexual.

También la medicalización de la sociedad ha tenido sus consiguientes efectos en el cuerpo y por tanto en el individuo. Es un hecho constatable la presencia médica en la vida de éste, tanto en el nacimiento, como en el control de la sexualidad y en la muerte. El cuerpo, apropiado y dominado por la institución médica, que todavía trata al paciente, predominantemente, como una dualidad psicofísica, extiende su intervención mediante dictámenes, prescripciones y categorizaciones en múltiples eventos de la vida de los ciudadanos. Así, se clasifica y decide sobre el cuerpo como enfermo o sano, apto o no para trabajar, para servir al ejército, conducir un vehículo…

La sexualidad y la muerte aparecen vinculadas, asimismo, con la prohibición. Nos referimos al tabú, que constituye un referente ineludible en diferentes ámbitos de la cultura occidental, y que funciona como un marcador de límites entre lo vedado y lo permitido. Se trata, en concreto, de la escisión de la psique en Eros y Thanatos, dos mitos que tienen sus correspondientes expresiones en el cuerpo; bien como objeto erótico prohibido o como cadáver. Tal es el tabú relacionado con Eros, o la sexualidad prohibida del incesto, representada en el relato mítico de Edipo. Thanatos, más vigente y más vivo, expresado en el cadáver, no es tanto el tabú de la muerte cuanto el de la aceptación de la muerte de uno mismo. Los otros mueren, sin embargo uno niega su propia muerte.

El cuerpo dictado se inocula, en definitiva, mediante una profusa red de representaciones e imágenes, convirtiéndose en experiencias subjetivas en lo que se refiere a vivenciar el cuerpo. Todo esto se traduce, en definitiva, en un código simbólico que se interioriza dando lugar a un proceso de somatización. Un proceso controlado desde posiciones externas, alejado de los sentidos y sensaciones del individuo, que encubre su capacidad de experimentar por lo que es y siente.

Ahora bien, en la construcción de este cuerpo conceptual, su imagen, está vinculada, a su vez, a un yo que se identifica, recíprocamente, con el cuerpo fabricado. Es precisamente el cuerpo cultural, el que se inviste, el que ejerce como elemento constrictivo, marcando simultáneamente la identificación con el ego o el yo separado. Es el cuerpo descrito social y culturalmente como forma e imagen, que actúa de barrera separadora con el cuerpo natural y lo restringe a ser parte de una entidad dual psicofísica.

Sin embargo, un individuo no es una entidad dual psicofísica, sino una unidad de información bio-química, energética, emocional y mental; dotada de conciencia e interconectada con los otros. Es un sistema interrelacionado intrínsicamente. El símil que ofrece G. Gurdjieff en Del todo y de todo nos acerca a esta idea. Compara al ser humano ordinario con un carruaje compuesto de cochero, coche y caballo. El cochero corresponde al pensar, el coche al cuerpo físico, y el caballo se relaciona con la realidad emocional. Hay un cuarto elemento: el pasajero, sentado en el carruaje. Éste es el primer transeúnte que llega, como cualquier cliente de un coche-taxi, que cambia a cada momento. Se distingue del sujeto que observa o yo consciente, en que el pasajero es el amo.

A diferencia del cuerpo separado que es poseído por cualquier transeúnte, el cuerpo animado, sanado, al igual que el pensar y el sentir, están interconectados con el amo, es decir, con el que asume lúcidamente el control de su vida. El paso del cuerpo separado al cuerpo animado, sanado, depende de la conciencia atenta capaz de llevar a cabo un proceso de transformación, del individuo ordinario, que apunta Gurdjeff, al individuo integrado.

 

En el individuo convencional ha quedado velado su cuerpo natural. Poco consciente de su cuerpo físico, de lo emocional y lo mental, ha aceptado los sentidos impuestos por el cuerpo abstracto, cultural, producto de la oposición cuerpo y mente. Sin embargo, la observación y el discernimiento del individuo atento amplía su conciencia en el presente superando la dualidad programada, y hace posible asumir el cuerpo en la unidad de lo que yo soy. Un sistema único de cuerpo, pensar y sentir, que se expresan en un yo consciente, capaz de dotarse de nuevos sentidos y expresiones, lo que se traduce en una relación más íntegra con el otro.

 

Aitxus Iñarra

 

Profesora de la Universidad del País Vasco /Euskal Herriko Unibertsitatea

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




Yoga en la prisión

La búsqueda del yogui es kaivalya y a ella dedica Patanjali todo el capítulo IV de los Yoga Sutras. Por ello no es extraño que los practicantes y profesores de yoga terminen compartiendo su experiencia en el medio carcelario, donde el máximo interés es igualmente la libertad. Pero, ¿qué libertad?

En la Prisión de Picasent (Valencia) se inició esta actividad hace ya más de once años y en estos momentos es la actividad que mas duración tiene de las realizadas voluntariamente en este establecimiento. En ella participan ahora diez profesores que acuden de forma rotatoria y voluntaria los sábados, donde un numero que oscila entre las diez y quince personas acuden durante hora y media a compartir la experiencia del yoga, a practicarlo de forma conjunta. La actividad se realiza a través de AMBIT, ONG que trabaja en el medio carcelario. Los alumnos eligen la actividad libremente. Este año termina de extenderse al módulo de mujeres. Los profesores vienen de lineas de trabajo diferente, lo que ha contribuido a estrechar y disminuir cualquier diferencia en función de un trabajo común.

En palabras de los propios alumnos, el yoga les ayuda a poner “su reloj vital” en hora, que pierde el ritmo durante la semana, o bien les ayuda a “desrobotizarse”, o a relajarse y estirarse.

El yoga en este medio es el yoga de la austeridad. No se cuenta con muchos de los soportes frecuentes en las clases convencionales, como bancos, cintas o música. Una manta, algunas veces dos por alumno, numero que disminuye en las épocas de frío, son los únicos soportes. Se deben planear las sesiones contando con el clima pues se carece de medios de calefacción o refrigeración. Es útil conocer el yoga de los ojos, pues permanecer dentro de cortas distancias disminuye la capacidad de acomodación del ojo (mirar a lo lejos) que de forma habitual, se realiza en la vida ordinaria, simplemente al mirar el horizonte o ver si algún coche se acerca. La prudencia en algunas practicas, como el yoga nidra, son otras de las características a tener en cuenta.

El motor para acudir a dar yoga en medio carcelario fue transmitir (otra de las características que el yoga tiene: la transmisión) un mensaje: la Prisión peor es la interna, aunque pase desapercibida. Estar preso no puede quitarnos la verdadera libertad.

Para los profesores, la práctica del yoga en prisión les ayuda a revisar todas las creencias construidas, confrontarlas en un medio distinto. Revisar los yamas y niyamas, su significado y sus diferentes lecturas, es el primer regalo, que el profesor recibe.

¿Se podía hablar de yamas, sin caer dentro de campo de la “moralización”? Muchos de los grupos voluntarios que acuden a las prisiones pertenecen a grupos religiosos, especialmente católicos y evangelistas. El yoga, no es una religión sino una herramienta de autoconocimiento y el grupo ha procurado alejarse de cualquier tipo de lenguaje que invite más a establecer bueno-malo, que a una búsqueda interna de uno mismo. En este sentido, ¿podríamos traducir ahimsâ como “no violencia” o como “no matar” como frecuentemente hacemos? La lectura de Vimala Thakar, que relee los Sutras trasladándolos al campo del cambio personal más que a la norma social, nos resultó especialmente útil y nos ayudó a profundizar al mismo tiempo en los Yoga Sutra de Patanjali (II, 31). Yamas y niyamas constituyen una regla universal, pues no dependen ni del modo de existencia, ni del lugar, ni de la época, ni de las circunstancias.

La no violencia, comienza en la practica de âsana, en el tapiz, respetando nuestro cuerpo, sin violentarlo, sin violentarnos, sin auto-inspeccionarnos, sin vigilarnos. Cuando hablamos de la prisión pensamos en personas que cumplen una pena, por haber transgredido este principio hacia la sociedad, pero ¿pensamos cómo la sociedad ha transgredido este principio hacia ellos? Y lo mas lamentable, ¿como lo sigue transgrediendo dentro de las instituciones que los albergan, o desde la sociedad, negándoles los medios y la confianza de la reinserción? ¿Podemos, desde la globalidad de la visión, pensar que la violencia está sólo en uno de los lados? Esta relectura, abre desde la prisión una nueva frontera en la búsqueda personal, más allá de los muros, una relectura que nos confronta a nuestras construcciones en la práctica diaria, a nuestra prisión interna. Un acercamiento a kaivalya que nace desde la práctica en prisión.

Cuando pensamos en satya, la verdad, podemos hablar de no mentir a los otros, pero tambien algo más simple que precede la rectitud: no mentirnos, no engañarnos a nosotros mismos. Acercándolo a la práctica, realizar asana desde el abandono, fluyendo, sin querer hacer más o ir mas allá de nuestro límite. Respetar la definición dada en los Yoga Sutra de Patanjali (YS II, 46): Sthira sukham âsana, instalarnos entre el esfuerzo (sthira) y el confort (sukham), es decir buscar en cada movimiento donde está ese límite, es decir conocernos mas a nosotros mismos. Convertir cada âsana en una búsqueda de nuestro límite, de nuestro autoconocimiento. Descubrirnos cada día, estar a la escucha de nuestro cuerpo, instalados en el aquí y el ahora (mi cuerpo hoy, no es ni está como ayer). Aleja la practica de la gimnasia reduccionista, devolviéndole el sentido de la práctica como un escalón en la búsqueda del yo interior.

Y para seguir en esta búsqueda infinita, introducir el “soplo”, calmar la mente, ayudar mediante la respiración a que las construcciones del ámbito mental se calmen, la tierra movida se deposite y deje ver de forma transparente todo aquello que nos condiciona (YS II, 54). Cuando el ámbito mental no se identifica con su campo de experiencias aparece una reorientación hacia si mismo

Y de esta forma, poder “ver” como nuestra conducta está gobernada por samskâras (improntas propias de la especie) y vâsanâs (improntas mentales que condicionan nuestra conducta por nuestras vivencias personales, acumuladas involuntariamente en nuestro ámbito mental y haciéndonos elegir sin autentica libertad.

Las neurociencias aportan 2500 años después de Patanjali, la explicación científica del proceso mental, evidenciado por introspección por la filosofía hindú.

Al respecto nos dice Joseph Ledoux, neurocientífico residente en USA, que nuestro cerebro, prefiere para actuar la vía automática. El cerebro primitivo, el reptiliano, que cuenta entre otras estructuras con la amígdala cerebral, cuando siente miedo (abhinivesha) envía información rápida y automática (es decir no consciente) al neocórtex, información para que actúe: miedo, reflejo de huida. Las personas que tienen sentimientos racistas, cuando ven delante de ellas a una persona diferente (por el color de su piel, por la forma de sus ojos) de forma automática, su amígdala se dilata, aumentando la vascularización y enviando al neocórtex el mensaje de peligro. Esta señal, que forma parte de lo que conocemos como instinto de supervivencia, en algunas ocasiones, nos hace cometer errores, es decir lo diferente hoy (ahora) no es una amenaza. Este es uno de los samskâras, que modulan nuestro comportamiento, uno de los kleshas: abhinivesha, que dificultad nuestra opción desde la libertad en el momento actual. Reconocer nuestros samskâras, es uno de los determinantes para alcanzar nuestro verdadero yo, más allá incluso de los límites que nuestra especie aún mantiene, tal y como dice Patanjali.

Unir el estudio de los textos clásicos, los conocimientos científicos actuales con la práctica puede ayudarnos a encontrar nuestro límite, a conocernos, a liberarnos y tras ello a ser libres, resultando imprescindible para profundizar en la práctica. Contar en la actualidad, con textos traducidos al castellano, resulta de un valor extraordinario.

Un ser humano, es parte del todo, llamado por nosotros “Universo”, una parte limitada del tiempo y del espacio. El ser humano se experimenta a sí mismo, sus pensamientos y sentimientos como separados del resto, una especie de ilusión óptica de su conciencia. Esta ilusión es un tipo de prisión para nosotros que nos restringe a nuestros deseos personales y al cariño de las pocas personas más cercanas. Nuestra tarea es liberarnos de esta prisión, ensanchando nuestro círculo de compasión para abrazar a todas las criaturas vivientes y a la totalidad de la naturaleza en su belleza. Nadie es capaz de realizar esto por completo, pero el esfuerzo por lograrlo es al mismo tiempo parte de la liberación y un fundamento para la seguridad interna. Esta cita, no pertenece a un tratado de filosofía hinduista, sino a Albert Einstein. Dice la Bhagavad Gîta: «Desde la compasíón destruyo la oscuridad de su ignorancia. Desde dentro de ellos mismos enciendo la lámpara de la sabiduría y despejo la oscuridad de sus vidas». Ambas reflexiones coinciden porque hablan del ser humano, ese ser que está en proceso de construcción desde hace ya varios milenios.

En palabras de Ángel Navarro, fundador de este grupo, introducir, extender, la práctica del yoga en prisión puede ayudar a los presos a soportar y superar el aislamiento, a sentirse respetados como seres normales, a pensar y sentir sin juzgar, a reconocerse.

 

Pilar Luna

 

• El Instituto de Indología —fundado en 1995— es una asociación sin ánimo de lucro integrada por profesionales de distintos ámbitos a los que nos une el amor a la India y el deseo de darla a conocer.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




Legado

Ya sé que los cazadores lo ven de otra manera. Que para ellos la caza es un deporte, una manera de confraternizar con los amigos, un modo de fabricar recuerdos comunes con sus hijos. También sé que la Naturaleza, como madre que es, no hace distinciones entre los que siembran en ella muerte o los que siembran vida, y que la inocencia absoluta de los animales les hace lucir su irrepetible belleza tanto ante quienes les admiran como ante quienes les disparan. Escucho, estos días, las secas detonaciones, el ladrido de los perros, las voces alteradas de los hombres justo un segundo antes del silencio de la muerte. También en algunos pueblos en fiesta padres e hijos unidos acosan a un animal condenado sin paliativos a padecer tortura y muerte; es su manera de pasar el testigo a la generación que viene: de grabar en ella actitudes. Es un legado.

Mi amigo Germán, de quien siempre me acuerdo cuando hablo de estas cosas, sale al campo cada fin de semana (como no va a matar, para él no hay veda). Conoce el nombre, el canto, las costumbres de todos los pájaros porque les viene observando en silencio casi todos los años que tiene de vida. Cuando, en el futuro, su hijo Adrián le recuerde, le recordará fabricando nidos, colocándolos en el sitio preciso, permaneciendo quieto durante el tiempo necesario para recibir el premio de sentir la vida que late en los seres pequeños. En sus recuerdos no habrá perros acezantes, miedosos y violentos, criados con el regalo y la crueldad con la que eran tratados los gladiadores; ni la voz imperiosa del padre: “Dispara ya, que se escapa”, ni el fulgor instantáneo de unas plumas que elevan el vuelo para caer despojadas de vida y de sentido, ni la sobria recompensa de una palmada en el hombro porque esa muerte la ha causado él.

Ya sé que en términos absolutos todo da igual, que al final todos moriremos algún día, nosotros, los toros y las codornices. Pero a diferencia de ellos, nosotros podemos elegir cómo queremos ser recordados.

 

Luisa Cuerda

 

Blog de Luisa Cuerda