Práctica intensa y prudente
Sobre aquella continuidad de la práctica debemos imprimir una intensidad tal que haga posible la liberación de nuestras tensiones. Hemos de recordar el concepto de tapas que en sánscrito es ese fuego interno que surge de una ascesis como una especie de horno alquímico donde podemos transmutar nuestras energías, las más densas en sutiles. Concepto importante del cual hablaremos con mayor profundidad un poco más adelante. Asimismo, cuando encontramos la intensidad adecuada, los sentidos se pliegan y la mente queda casi detenida. Es la magia del Yoga, la capacidad de aterrizar en la presencia.
En otro orden de cosas, ya sabemos a estas alturas que el Yoga no es ni una moda ni un juego de salón; estamos moviendo, si se me permite el símil, capas de sedimentos de nuestro interior, corazas musculares que parecen inexpugnables, emociones encharcadas o visiones enquistadas de la realidad. Movemos muchas estructuras y por eso mismo tenemos que ser prudentes.
Sin embargo, debemos ser conscientes de nuestros límites y empujarlos amorosamente para que se hagan más silenciosos. Digámoslo claramente: cuando nuestro punto de partida es débil, una práctica larga y con técnicas avanzadas es, cuanto menos, arriesgada.
La intensidad no tiene por qué estar reñida con la prudencia. Excesiva prudencia nos paralizaría y demasiada intensidad vencería desafortunadamente nuestros límites de seguridad. De ahí la necesidad de encontrar un buen equilibrio flexible.
La Síntesis del Yoga
Julián Peragón
Editorial Acanto